SI PUDIERAS ESCARBAR EN MI PECHO, y escarbar en mi alma, y escarbar por debajo de las tumbas, no encontrarías nada. Es sólo el tiempo el que nos pone algo en las manos, una fruta, una piedra, algodones o vidrios.

Soy inmensamente esta hora. Me he puesto esta mirada en los ojos y estoy frente a las sombras. La vida sólo dice las palabras que le hemos enseñado, y el silencio es un cristal opaco, el misterio es un muro detrás del cual no hay nada.

¿Cuál es el esqueleto de mis días?, ¿qué rastro, qué huella de mí queda?, ¿ qué permanece, sino estos vanos humos de la memoria encerrados en este cuarto ciego? ¡Abrid las ventanas!, ¡que entre la luz y que entre el aire, el aire que es el más fiel testigo de la vida!

En vano quieres sacar agua del pozo. El ayer se ha secado, y sólo los rastrojos bostezan en su arenal oscuro.

["Si pudieras escarbar en mi pecho" de Jaime Sabines aparece en Yuria (1967)]

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