Como físico teórico he trabajado en Cambridge, donde he vivido mi vida en una burbuja extraordinariamente privilegiada. Cambridge es un pueblo poco usual, que esta ubicado alrededor de una de las mejores universidades del mundo. Dentro de ese pueblo, la comunidad científica de la que empecé a formar parte desde mis 20 años, está aún más enrarecida.

Y dentro de esa comunidad científica, el pequeño grupo internacional de físicos teóricos con quienes he pasado mi vida laboral, podría a veces sentirse tentado de considerarse a sí mismo como la cima del mundo. Además, con la fama que adquirí a raíz de mis libros, y el asilamiento que mi enfermedad me ha impuesto, siento como si mi torre de marfil se estuviese haciendo más alta.
  Stephen Hawking at Gonville & Caius College, Cambridge. Créditos: Flickr/Lwp Kommunikáció

De modo que el reciente rechazo aparente de las élites que hemos visto tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido, seguramente está dirigido a mi, tanto como a cualquiera. Sea lo que sea que pensemos sobre la decisión del electorado británico de rechazar la membresía a la Unión Europea, y del público estadounidense de abrazar a Donald Trump como su próximo presidente; en el pensamiento de aquellos que comentan existe sin duda la certeza de que ambas decisiones son gritos de ira lanzados por personas que se sentían abandonadas por sus líderes.

En lo que parece que todo el mundo parece estar de acuerdo, es que fue el momento en que hablaron los olvidados, en el que encontraron sus voces para rechazar el consejo y la orientación que les daban los expertos y la élite en todas partes. No soy una excepción a esta regla. Antes del voto sobre el Brexit, advertí que dañaría la investigación científica en Gran Bretaña, que un voto de salida sería un retroceso, y el electorado -o al menos una proporción lo suficientemente significativa- no me prestó más atención que a cualquiera de los otros líderes políticos, sindicalistas, artistas, científicos, hombres de negocios y celebridades, que dieron el mismo consejo, al que no se hizo caso, finalmente.

Lo que importa ahora, mucho más que las decisiones tomadas por estos dos electorados, es cómo reaccionaron las élites. ¿Deberíamos, a su vez, rechazar estos votos como manifestaciones de un populismo crudo que no tiene en cuenta los hechos, mientras intentamos evitar o ignorar las decisiones que representan? Yo diría que este sería un terrible error.

Las preocupaciones que hay alrededor de estas votaciones en torno a las consecuencias económicas de la globalización y la aceleración del cambio tecnológico son absolutamente comprensibles. La automatización de las fábricas ya ha diezmado los trabajos en las manufactura tradicional, y es probable que la implantación de la inteligencia artificial extienda esta disminución de trabajo entre las clases medias, conservando solo los necesarios a la asistencia médica, creatividad o de supervisión restantes.

Esto a su vez acelerará la ya creciente desigualdad económica en todo el mundo. Internet y las plataformas que la hacen posible, permitirán que grupos muy pequeños de individuos consigan enormes ganancias, a pesar de generar muy pocos puestos de trabajo. Esto inevitablemente, es progreso, pero también es cierto que es socialmente destructivo.

Tenemos que considerar esto como un fracaso financiero, que trajo a los hogares de las personas la certeza de que unos pocos individuos que trabajan en el sector financiero pueden acumular grandes recompensas, y que al resto de nosotros solo nos queda observar ese éxito y pagar sus errores cuando su codicia nos lleva por mal camino. Así que, juntos, vivimos en un mundo de creciente desigualdad financiera, en el que muchas personas pueden ver desaparecer, no sólo su nivel de vida, sino también su capacidad para ganarse la vida. No es de extrañar entonces que estén buscando un nuevo acuerdo, que aparentemente podría estar representado por Trump y el Brexit.

Es también el caso de que otra consecuencia involuntaria de la propagación mundial de Internet y de los medios de comunicación social, hace que la naturaleza absoluta de estas desigualdades sea mucho más evidente ahora de lo que lo ha sido en el pasado. Para mí, la capacidad de usar la tecnología para comunicarse ha sido una experiencia liberadora y positiva. Sin ella, no habría podido seguir trabajando en todos estos últimos años.

Pero también significa que las vidas de las personas más ricas, en las partes más prósperas del mundo, sea visible de forma vergonzosa para cualquier persona, aunque sea pobre, pero tenga acceso a un teléfono inteligente. Y puesto que ahora hay más gente con un teléfono que con acceso al agua potable en el África subsahariana, esto significará pronto que casi todos en nuestro planeta, cada vez más atestado, no podrán escapar de la desigualdad.

Las consecuencias de esto son claras: los campesinos pobres acuden a las ciudades, a los barrios humildes, impulsados por la esperanza. Y a menudo, al descubrir que el nirvana de Instagram no está disponible allí, lo buscan en el extranjero, uniéndose a un número cada vez mayor de migrantes económicos en busca de una vida mejor. Estos migrantes a su vez, ponen a prueba las infraestructuras y economías de los países a los que llegan, socavando la tolerancia y alimentando aún más el populismo político.

Para mí, el aspecto realmente preocupante de esto es que ahora, más que en ningún otro momento de nuestra historia, la especie humana necesita trabajar unida. Nos enfrentamos a desafíos ambientales impresionantes: el cambio climático, la producción de alimentos, la superpoblación, la desaparición de otras especies, las enfermedades epidémicas, la acidificación de los océanos.

Juntos, son un recordatorio de que estamos en el momento más peligroso en el desarrollo de la humanidad. Ahora contamos con la tecnología para destruir el planeta en el que vivimos, pero aún no hemos desarrollado la capacidad de escapar de él. Tal vez en unos cuantos cientos de años, habremos establecido colonias humanas entre las estrellas, pero en este momento sólo tenemos un planeta, y tenemos que trabajar juntos para protegerlo.

Para hacer eso, necesitamos romper las barreras dentro y entre las naciones, no construir más. Si queremos tener la oportunidad de hacerlo, los líderes del mundo necesitan reconocer que han fracasado, y que siguen haciéndolo la mayoría de las veces. Con recursos cada vez más concentrados en manos de unos pocos, vamos a tener que aprender a compartir mucho más que de lo que lo hacemos en la actualidad.

Desapareciendo no sólo los empleos, sino industrias enteras, debemos ayudar a la gente a capacitarse para un nuevo mundo, y apoyarlos financieramente mientras lo hacen. Si las comunidades y las economías no pueden hacer frente a los niveles actuales de migración, debemos hacer más para fomentar el desarrollo global, ya que es la única manera de persuadir a los millones de migrantes para que busquen su futuro en casa.

Podemos hacerlo, soy tremendamente optimista con mi especie; pero requerirá que las élites, de Londres a Harvard, de Cambridge a Hollywood, aprendan las lecciones de este año. Aprender, sobre todo, una porción de humildad.

— Stephen Hawking

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