6.8 segundos acompañaron al silencio hasta una última comunicación se hizo escuchar: era un grito de dolor, mucho se ha discutido sobre ello pero poco se ha dilucidado.
Cuando los equipos de emergencia consiguieron abrir la escotilla de la nave, Virgil I. «Gus» Grissom, Edward H. White y Roger B. Chaffee estaban ya muertos en su interior.
Una o varias chispas se habían generado en el sistema eléctrico dentro del modulo, mismas que produjeron un incendio que se propago rápidamente debido a la atmósfera rica en oxigeno dentro de la nave, llenándola de humo y monoxido de carbono. La rápida acumulación de este gas provoco la muerte casi instantánea de los astronautas y si bien sus cuerpos presentaban severas quemaduras de tercer grado, estas se habían producido después de su muerte.
Consecuencias
La tragedia llevo a la NASA a estudiar con detenimiento lo que estaban haciendo a fin de evitar tragedias futuras, puesto que el incendio había sido provocado por errores en el diseño. A partir de ese momento la Agencia dejo de usar materiales inflamables en ambientes tan llenos de oxígeno puro y corregir detalles en el ensamblado. Se hicieron también modificaciones en el control de diseño, puesto que era constante las modificaciones que se realizaban en el diseño y pocas veces se realizaba documentación.Grissom ya había advertido en el pasado sobre el mal funcionamiento de las radios, que apenas tenía alcance.
Con ello los sistemas de los módulos fueron rediseñados: eliminando materiales inflamables, se rediseño la escotilla para facilitar su apertura, mejora en los sistemas de comunicación y el uso de sistemas más estrictos para la documentación a fin de controlar los cambios que se realizaban.
Diez meses más tarde la NASA envió la misión no tripulada Apolo 4 y en octubre de 1968 despegó la misión Apolo 7, la primer misión tripulada que el 21 de julio de 1969 pondría a Armstrong y Aldrin en la Luna.
Sin embargo Grissom, White y Chaffee fueron los primeros astronautas que murieron dentro de su nave, la lista no obstante no se detiene ahí situandose hoy en 22 astronautas fallecidos. La NASA aprendió de lo ocurrido con Apolo I aunque tragedias futuras como Challenger y Columbia volvieron a servir para corregir errores.
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