El Premio Nobel de este año se otorga a tres cientÃficos que han hecho una contribución decisiva a la lucha contra la hepatitis de transmisión sanguÃnea, un importante problema de salud mundial que causa cirrosis y cáncer de hÃgado en personas de todo el mundo.
Hepatitis, una amenaza global para la salud humana
La inflamación del hÃgado, o hepatitis, una combinación de las palabras griegas para hÃgado e inflamación, es causada principalmente por infecciones virales, aunque el abuso de alcohol, toxinas ambientales y enfermedades autoinmunes también son causas importantes. En la década de 1940, quedó claro que hay dos tipos principales de hepatitis infecciosa. La primera, denominada hepatitis A, se transmite por agua o alimentos contaminados y generalmente tiene poco impacto a largo plazo en el paciente. El segundo tipo se transmite a través de la sangre y los fluidos corporales y representa una amenaza mucho más grave ya que puede conducir a una condición crónica, con el desarrollo de cirrosis y cáncer de hÃgado. Esta forma de hepatitis es insidiosa, personas sanas pueden infectarse silenciosamente durante muchos años antes de que surjan complicaciones graves. La hepatitis transmitida por la sangre se asocia con una morbilidad y mortalidad significativas, y es causa de más de un millón de muertes por año en todo el mundo, lo que la convierte en un problema de salud mundial en una escala comparable a la infección por el VIH y la tuberculosis.
Un agente infeccioso desconocido
La clave para una intervención exitosa contra las enfermedades infecciosas es identificar el agente causal. En la década de 1960, Baruch Blumberg determinó que una forma de hepatitis transmitida por la sangre era causada por un virus que se identificó como virus de la hepatitis B y el descubrimiento condujo al desarrollo de pruebas de diagnóstico y una vacuna eficaz. Blumberg recibió el Premio Nobel de FisiologÃa o Medicina en 1976 por este descubrimiento.
Al mismo tiempo Harvey J. Alter, del Instituto Nacional de Salud de EE. UU., estaba estudiando la aparición de hepatitis en pacientes que habÃan recibido transfusiones de sangre. Aunque los análisis de sangre para el virus de la hepatitis B redujeron el número de casos de hepatitis, Alter y sus colegas demostraron de manera preocupante que quedaba un gran número de casos. En esta época también se desarrollaron pruebas para la infección por el virus de la hepatitis A y quedó claro que la hepatitis A no era la causa de estos casos inexplicables.
En esa época fue motivo de gran preocupación que un número significativo de los que recibÃan transfusiones de sangre desarrollaran hepatitis crónica debido a un agente infeccioso desconocido. Alter y sus colegas demostraron que la sangre de estos pacientes con hepatitis podrÃa transmitir la enfermedad a los chimpancés, el único huésped susceptible además de los humanos. Estudios posteriores también demostraron que el agente infeccioso desconocido tenÃa las caracterÃsticas de un virus. Las investigaciones metódicas de Alter habÃan definido de esta manera una forma nueva y distinta de hepatitis viral crónica. La misteriosa enfermedad se conoció como hepatitis "no A, no B".
Identificación del virus de la hepatitis C
La identificación del nuevo virus se volvió de alta prioridad. Se pusieron en práctica todas las técnicas tradicionales de búsqueda de virus, pero, a pesar de ello, el virus eludió su identificación durante más de una década. Michael Houghton, que trabajaba para la empresa farmacéutica Chiron, emprendió el arduo trabajo necesario para aislar la secuencia genética del virus. Houghton y sus colaboradores obtuvieron una colección de muestras de ADN a partir de ácidos nucleicos que se encontraban en la sangre de un chimpancé infectado. La mayorÃa de estos fragmentos provienen del genoma del propio chimpancé, pero los investigadores predijeron que algunos se derivarÃan del virus desconocido. Suponiendo que los anticuerpos contra el virus estarÃan presentes en la sangre extraÃda de pacientes con hepatitis, los investigadores utilizaron sueros de pacientes para identificar fragmentos de ADN viral que codificaban proteÃnas virales. Tras una búsqueda exhaustiva, se encontró una muestra positiva. Otros trabajos demostraron que este ADN se derivó de un nuevo virus de ARN perteneciente a la familia Flavivirus y se denominó virus de la hepatitis C. La presencia de anticuerpos en pacientes con hepatitis crónica implicaba fuertemente a este virus como su agente.
El descubrimiento del virus de la hepatitis C fue decisivo; pero faltaba una pieza esencial del rompecabezas: ¿podrÃa el virus por sà solo causar hepatitis? Para responder a esta pregunta, los cientÃficos tuvieron que investigar si el virus podÃa replicarse y causar enfermedades. Charles M. Rice, investigador de la Universidad de Washington en St. Louis, junto con otros grupos que trabajan con virus de ARN, notaron una región previamente no caracterizada en el extremo del genoma del virus de la hepatitis C que sospechaban que podrÃa ser importante para la replicación del virus. Rice también observó variaciones genética en muestras de virus aisladas y planteó la hipótesis de que algunas de ellas podrÃan dificultar la replicación del virus a través de la ingenierÃa genética, Rice generó una variante de ARN del virus C de Hepatiti que incluÃa la región recién definida del genoma viral y carecÃa de las variaciones genéticas inactivadoras. Cuando se inyectó este ARN en el hÃgado de chimpancés, se detectó virus en la sangre y se observaron cambios patológicos similares a los observados en humanos con la enfermedad crónica. Esta fue la prueba final de que el virus de la hepatitis C por sà solo podrÃa causar los casos inexplicables de hepatitis mediada por transfusiones.
Importancia de este descubrimiento galardonado con el Premio Nobel
El descubrimiento del virus de la hepatitis C por los premios Nobel es un logro histórico en la batalla en curso contra las enfermedades virales. Gracias a su descubrimiento, ahora se dispone de análisis de sangre altamente sensibles para el virus y estos esencialmente han eliminado la hepatitis postransfusional en muchas partes del mundo, mejorando enormemente la salud mundial. Su descubrimiento también permitió el rápido desarrollo de medicamentos antivirales dirigidos contra la hepatitis C. Por primera vez en la historia, la enfermedad ahora se puede curar, lo que aumenta las esperanzas de erradicar el virus de la hepatitis C de la población mundial. Para lograr este objetivo, se requerirán esfuerzos internacionales para facilitar los análisis de sangre y hacer que los medicamentos antivirales estén disponibles en todo el mundo.
Fuente: Fundación Nobel.
0 Comments
Publicar un comentario